Ahora que hemos leído el Salmo 108, me gustaría llamar su atención sobre el versículo número uno: «Mi corazón está dispuesto, oh Dios; Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria.» Qué declaración tan importante de parte de David. ¡Mi corazón está dispuesto, oh Dios! Con un corazón dispuesto se puede estar dispuesto para cualquier otra cosa. Porque dónde está el tesoro -y en este caso aplicado a la adoración al Señor- allí está el corazón.
Esta es la condición más importante e indispensable para la adoración, la comunión, el servicio, la obediencia, y todo lo demás. No necesitamos insistir a una persona con un corazón bien dispuesto para que haga algo, para que se desarrolle en su vida espiritual. No necesitamos insistir a un niño -pensando en que tenga un corazón dispuesto para un deporte, que le guste de corazón el deporte- a que juegue dicho deporte, como dicen ahora, ese deporte es su pasión.
David guiado por el Espíritu Santo dice: «Mi corazón está dispuesto» - y además agrega- «Esta es mi gloria.» o «Este es mi gozo.» Un corazón dispuesto para ti Señor. «Cantaré y entonaré salmos.» Un corazón dispuesto para alabarlo.
Como vemos en el capítulo 13 de la primera carta a los Corintios, nada de lo que hagamos -en este caso, con el corazón- nada valdría, nada serviría, nada sería grato, nada sería acepto. Nada de lo haga, si no tengo amor, de nada, de nada me sirve. Sin un corazón dispuesto, ¿Que sería grato al Señor? Nada. Alabanzas sin el corazón, no es aceptable. Decía el hermano Gaspar: “En lugar de adorar lo que logramos es insultar.“
Con el corazón dispuesto, dice el salmo, se alienta al arpa, o se busca el medio para adorar, alabar, y contagiar a otros para unirse en la alabanza. Con un corazón dispuesto podemos seguirlo. El hombre rico, que se acercó al Señor Jesús preguntándole cómo podía heredar el reino de Dios o entrar en el reino de Dios, le dijo: “Todos esos mandamientos desde mi juventud los he guardado, me he sujetado a tu voluntad, los he obedecido al pie de la letra” Pero su corazón no estaba allí, sino en su riqueza. Así que, para seguirlo, necesitamos un corazón dispuesto. Los labios de este joven probablemente habían alabado al Señor y lo habían honrado, pero, su corazón estaba lejos de Dios. Había guardado la ley pero no su corazón. Su corazón no estaba dispuesto para el Señor sino para su riqueza.
Con un corazón dispuesto podemos alabarlo, podemos seguirlo y podemos servirlo. Todo sacrificio, todo esfuerzo, todo acto de obediencia, será como incienso delante de Dios; agradable, de olor fragante. Pero, sin el corazón entregado a él, lo que sea que hagamos será para nosotros mismos. Como cuando el rey Saúl desobedeció pero quería ofrecer sacrificios y fue desechado. ¿De qué servían los sacrificios?. No es fácil encontrar un corazón dispuesto.
El lunes visité a una hermana que estaba hospitalizada, y ella me dijo: "Oren por mí, por favor, dile a la iglesia que oren por mí.” Y le dije: “Por supuesto que sí.” Pero entonces ella me dijo: “Pero dile a los que les gusta orar, porque, no a todos les gusta orar” - y continuó contándome- “Hace mucho tiempo, esperando un culto dominical, no empezaba el culto y entonces le dije algunos hermanos: Vamos entrando al templo para rogar que el culto sea de bendición.”Invitó a varios, dice: “Y me puse a orar. Pero solo pocos vinierona orar, no les gusta.”
Tengamos un corazón dispuesto para eso y otras cosas más, no únicamente la oración, cualquier cosa, por el bien y el desarrollo de la vida espiritual. Así que debemos rogar a Dios que produzca en nosotros el querer, como el hacer. Un corazón dispuesto para todo lo que sea necesario, para alabarlo, seguirlo y servirlo. Para todo aquello que contribuya para su gloria para la salvación de otros, para la edificación del pueblo y el crecimiento propio. «Mi corazón está dispuesto, oh Dios; Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria.»
Oremos.